martes, enero 03, 2012

Olive Quest

Nota mental: no pelear nunca con abejorros salvajes, sobre todo porque acabo peor que si me hubiera enfrentado a ellos directamente... Y no me sirve de nada que me digáis eso de "no te asustes, si tienen ellos más miedo de ti que tú de ellos", porque el picotazo te lo llevas aunque el bicho muera de terror en el proceso.

ENCUENTRO ALEATORIO

La cosa fue tal que así: vamos al pueblo a recoger aceitunas y yo veo algo negro en una servilleta de la cocina, voy a cogerlo pensando que era una simple moscarda y cuál es mi sorpresa al ver que era del tamaño de mi dedo pulgar. Me quedo paralizado una fracción de segundo al darme cuenta de que era un Bombus Terrestris de esos que se utilizan en las polinizaciones, pero dada mi constitución yo veía más peligro en que me atravesase el brazo con el aguijón, la verdad. El bichito en cuestión debía de estar algo adormecido por el frío que hacía, pero cuando vio movimiento y luz al fondo empezó a volar buscando la salida, que era justo por donde yo había entrado. Yo, que me sorprendí bastante* cuando vino hacia mí, salí corriendo en dirección contraria a toda prisa, encontrándome de frente, literalmente, con el canto de la puerta, que estaba entreabierta**. Caí de costado con la mano en la frente y pude observar cómo el bichito se luchaba por pasar a través de las tiras de plástico grueso que hacían la función de mosquitera, ante lo cual yo abrí desde abajo un hueco entre las mismas para que pudiera volar en libertad de una vez por todas... y dejara de aterrorizar la parte de la raza humana que le pillaba más cerca en ese momento. Pues bien: ¡El puñetero tuvo que ir a descansar justo en la mesa del porche! Así que no tuve más remedio que hacer que se subiera en la servilleta en la que comenzó todo para dejarlo cerca de las plantas... y lejos de mí. Gracias a esta anécdota tuve la cicatriz de Happy Rotter durante el resto del día aunque tuve la suerte de no tener la necesidad de quitarme el gorro hasta que volví a la civilización. No obstante, vaya tela, si no subo yo al cortijo voluntariamente es por algo, pero mis padres no lo entienden.

*Vale, me cagué porque no quería que me picase.
**Una costumbre muy arraigada en mi familia que se da sobre todo cuando uno va a oscuras a la cocina a dejar la bandeja con el plato de la cena. El circo ruso no tiene nada que ver conmigo en esos momentos.

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