domingo, febrero 05, 2012

Pesadilla

Hace poco, a pesar de Alfre llevaba mucho tiempo diciéndome que lo jugase, me instalé un jueguecito que en un principio parecía que prometía. Pues bien, el juego es superenganchante y encima la partida cambia cada vez que empiezas a jugar, por lo que jamás jugarás dos partidas iguales. Es por eso que, a modo de homenaje, se me ha ocurrido escribir el prólogo de mismo en castellano para disfrute de todos aquellos que no se toman el té a las cinco.

THE BINDING OF ISAAC

Isaac, un jovencito que no había cumplido aún la decena de años, vivía en el campo con su madre, una señora mirada afable aunque con algún kilo de más, en una encantadora casita en la cima de una colina. Isaac adoraba jugar con sus figuritas de madera y dibujar lo que él imaginaba que sus juguetes hacían, sus gustos eran sencillos e inocentes, como los de un niño sin maldad; su madre se deleitaba en los programas religiosos que transmitían por televisión, le parecían una manera adecuada de aprender sobre la sociedad y de inculcar valores correctos a su hijo. Tenían una vida sencilla allí y ambos eran felices, al menos, lo fueron hasta que un día la madre de Isaac oyó una voz desde arriba.

“Tu hijo ha sido corrompido por el pecado. Debes apartarlo de todo aquello que pueda emponzoñar su alma para que vuelva al buen camino” – dijo la voz con un tono firme y autoritario. “Sí, mi Señor, haré tal y como desees” – respondió la madre, y acto seguido privó a Isaac de todo aquello que podía representar un mal ejemplo aunque sólo fuera mínimamente. Primero le quitó los juguetes, puesto que podían ser manifestaciones del mal que yace en todo lo creado por el hombre; luego le quitó sus dibujos, puesto que la libertad a la hora de imaginar puede llevar a expresar el más oscuro de los deseos sin poder evitarlo; y por último le afeitó la cabeza y le quitó la ropa que llevaba puesta, dejándolo completamente desnudo, puesto que si uno se oculta ante los ojos del vigilante es porque tiene algo de lo que avergonzarse y por lo tanto no puede mostrarse al mundo tal y como es. Tras este primer esfuerzo por purificar el alma de su hijo, volvió a sentarse delante de la televisión como si nada hubiera pasado mientras el pobre Isaac temblaba de frío sentado en el suelo a un lado del sillón donde la nueva inquisidora se hallaba.

Aunque había cambiado radicalmente la vida del pequeño en un abrir y cerrar de ojos, la voz no estaba satisfecha todavía y volvió a hablar: “Tu hijo sigue cayendo en la tentación del pecado. Debe ser apartado del resto del mundo para que pueda reflexionar sobre sus malos actos y así acabe por confesar su culpa” –dijo la voz. “Por supuesto, mi Señor. Haré lo que dices porque tengo fe en ti” – respondió la madre de Isaac con una sonrisa de satisfacción en la cara. En ese mismo momento, se levantó del sillón y, agarrando a Isaac del brazo, lo metió de un tirón en su cuarto, completamente vacío ahora, y lo confinó allí dentro, lejos de la corrupción y el pecado que reinaban en el mundo. El pobre Isaac temblaba de frío en la soledad de su habitación mientras la oscuridad de la noche iba apagando la poca luz que entraba entre los barrotes de la ventana de su nueva cárcel.

Al mismo tiempo, completamente ignorante del estado de su hijo, la madre volvió a sentarse en su sillón delante de la televisión como si no hubiera pasado nada. En un momento en el que el programa estaba en lo más álgido del sermón, del mismo modo que lo había hecho anteriormente, la voz volvió a hablarle con el mismo todo de exigencia y autoridad que siempre: “Has hecho lo que te he pedido rápida y servicialmente, ¡pero aún cuestiono tu lealtad hacia mí! Para demostrarme que me amas sobre todas las cosas te exijo que me hagas un sacrificio: tu propio hijo. Isaac será el sacrificio que me demostrará lo importante que soy para ti” – dijo la voz. “Acataré tu orden inmediatamente, mi Señor, porque quiero demostrarte que soy tu sierva más fiel en este mundo” – respondió la madre a modo de sentencia. Rauda y diligente, entró en la cocina y cogió un cuchillo de carnicero que había en un cajón con la intención de usarlo para terminar con la vida de su único hijo. Isaac, que había estado observando la situación a través de una grieta en la puerta de su cuarto, tembló de terror esta vez previendo su propia muerte a manos de su madre e intentó buscar una salida de aquella celda que lo convertía en un ratón a merced de un gato sediento de sangre. De repente, tropezó con algo que había bajo la vieja alfombra que había en la habitación y la levantó para ver lo que era: ¡una trampilla!

“Probablemente dé al sótano que hay debajo de la casa” – pensó Isaac – “pero nunca he entrado ahí y tiene aspecto de ser muy profundo”. El pequeño se debatía en entre estos pensamientos segundos antes de que su madre abriera la puerta de golpe con el cuchillo en alto dispuesta terminar con su joven vida por orden divina. Viendo su perdición justo delante de él, decidió saltar a la oscuridad ignota del subterráneo que había bajo la casa esperando que el destino que allí le aguardase fuera mejor que la horrible muerte que el destino le había preparado a manos de su propia madre.

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