jueves, febrero 23, 2012

Bichos

Momento de aburrición en el trabajo mientras espero que los alumnos hagan el ejercicio que les he mandado. La temática del día fue "esos pequeños bastardos que hacen que nos pique el cuerpo entero cuando uno de ellos nos da un susto", aunque aquí los he dibujado menos provocadores de hipocondria, claro.

A VECES…

Cuando las cosas van yendo bien siempre pueden torcerse, pero a veces cuando las cosas salen mal no tenemos en cuenta que pueden ir a peor. Por ejemplo, ayer me acosté más tarde de lo que suelo porque no tenía mucho sueño y me puse a hacer cosas de la casa contando con que si dormía hasta que sonase el despertador estaría descansado para el día siguiente; con lo que no contaba yo, en mi ingenuidad, era con que entre los clientes del pub de abajo habría indeseables que se pondrían a dar voces en la calle a las cinco de la mañana cuando el local cerrase. Vale que el sueño pudo más que el instinto asesino de callarle la boca con un ladrillo a la hora de hacer que me levantase de la cama, pero el daño ya estaba hecho y por ello hoy tengo unas ojeras King Size, como diría Forges.

Tras los cuidados intensivos mañaneros*, salí temprano a coger el autobús dando por hecho que el conductor nos dejaría, como todos los días, comprar el billete y sentarnos dentro mientras esperábamos a que fuera la hora de partir; el imprevisto vino cuando, para mi sorpresa y mi resfriado, vi que el autobús estaba cerrado y que los demás pasajeros estaban esperando fuera a que viniera la nueva conductora. Resignado y con frío, esperé junto al vehículo confiando en que la mujer se diera cuenta de nuestra situación y viniera a solucionarla cuanto antes, pero cuando vi que era la hora y todavía no estaba allí preferí pensar en otra cosa que no fuera la condescendencia con la que mucha gente paga hoy en día cuando los problemas no son suyos.

Al llegar a la oficina me encontré con todos los alumnos de intercambio esperando en la puerta de la clase, cosa rara porque normalmente ellos mismos abren la puerta y esperan sentados en sus respectivos sitios a que llegue el profesor, por lo que yo, basándome en cómo estaba yendo el día, ya me temí tragedia; lo normal sería que las llaves del aula estuvieran puestas en la cerradura para que cualquier profesor que fuera a utilizarla pudiera abrirla sin consultar a nadie, pero hoy, por alguna razón que desconozco** hoy las llaves no estaban en su sitio, así que no era posible entrar. Como mi barra de límite estaba ya llegando a extremos críticos, decidí buscar las llaves yo mismo a ver si estuvieran por ahí***, pero sin éxito, así que nos tocó hacer clase al aire libre, cosa que puede parecer muy bohemia en un principio, pero cuando el termómetro de fuera marca 5 grados no es tan idílica como en otras épocas del año. Así estoy hoy del resfriado, vaya.

*Quedarme cinco minutos más entre las mantas a ver si me espabilo. No falla.

**Pero que seguro que estará relacionada con el nuevo juego del Profesor Layton, “el Prof. Layton y el libro de gramática española dirigida a alumnos extranjeros desaparecido”.

***Matarile -rile –rile y todas esas cosas.

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