viernes, agosto 19, 2011

Taxis

¡Esto sí que es una cola y no lo de Nacho Vidal! Claro que alguien dijo una vez que el tamaño no importaba y siempre oigo que eso no es cierto. Será que a esa persona le faltó por añadir el pronombre personal objetivo de primera persona del singular cuando afirmó eso.

El caso es que estuve dándole vueltas esta noche al asunto* y pensé que si dejaba la historia así quedaba un poco sosa, así que decidí escribir...

...Y LA ODISEA (FINAL)

Habiendo dejado claro que nuestra estancia en el campamento no fue un camino de rosas y que no ganamos cada céntimo que dijeron que nos iban a pagar, creo que es el momento de contar anécdotas sueltas y la despedida final.

En tercer lugar tenemos la maravillosa participación de los padres en las actividades de los niños en más de una** ocasión, cosa que en un principio no nos importó pero luego fue como darle de comer a una boa constrictor a ver qué pasa cuando crece. Si ya el hecho de que acaparasen casi toda la arcilla que teníamos para que los niños hicieran sus figuras para la entrega de premios era un símbolo de lo pétrea que tenían la faz, cuando nos dijeron que cómo es que ellos no tenían ningún premio prometo que empecé a ver colorines brillantes. A todo esto, Su Alteza hacía en su tiempo libre... cosas, llamémoslas así, que pretendía que las diéramos como trofeo, y la idea en sí no estaba mal, pero el hecho de que cualquier MXXXXX, con mayúscula, que hiciera él tuviera que ser mejor que los trofeos de arcilla que había hecho mi compañera me reventaba las narices.

En segundo lugar tenemos la maravillosa anécdota de la madre con instintos de apropiación de lo ajeno, aunque todos sus intentos fueron frustrados debido a casualidades del destino. El primero que voy a remarcar es el de el helado de su hijo: como éramos un grupo grande, el comedor decidió regalarnos helados mini con cada comida para que los niños tuvieran un buen aporte de azúcar, pero la individua esta decidió que su hijo se merecía uno de esos que tienen muñeco y que valen lo más caro posible para lo que son en sí. Pues bien, coincidió que la cocinera salió a descansar cuando terminó su turno y la vio cogiéndolo y llevándoselo a la mesa, así que fue rauda hacia ella y le armó la de San Quintín hasta que la obligó a retractarse de su decisión***. Y como todavía no estaba escarmentada decidió repetir sus actos contra otros objetivos, en este caso los monitores que se encargaban de la animación de los niños. Una tarde que los niños tenían charla de diabetes, yo, que no tenía nada que hacer hasta que acabasen, decidí ir a merendar con ellos en el descanso, y esa madre, viéndome tan tranquilo y sin estrés, va y me dice "Oye, ya que no tienen nada que hacer, ve a mi apartamento y me traes las cosas de la playa mías y del niño, que luego querremos irnos a la piscina. Son dos bolsas". Aunque la idea de recorrerme el campamento hasta la otra punta no me hacía ilusión seguro que era mejor que seguir oyéndola[4], así que cogí sus llaves y me personé en su casa. Busqué las bolsas en su dormitorio y me sorprendió al pasar ver una bolsa de nuestra empresa de animación en el salón, así que me acerqué a ver qué contenía, y cuál sería mi sorpresa cuando vi en ella material de animación y un par de bolsas de globos que íbamos a utilizar en las actividades de esa tarde. Sin pensarlo dos veces, me llevé la bolsa a mi casa y le llevé las otras dos que me había pedido, pero más tarde mi compañera y yo le preguntamos si podría explicarnos cómo era posible que la bolsa estuviera en su apartamento. De una persona así yo me esperaba un torrente de ira e indignación provocados por su presunta inocencia y honor atacados, pero cuando en lugar de eso nos miró con cara de susto y no fue capaz nada más que de decir "No... no lo sé, no" no hizo falta preguntarle nada más. Vaya con las casualidades.

Y en primer lugar tenemos, por supuesto, a Su Alteza una vez más por su afán por ser el protagonista de todas las actividades aunque ello implicase que los niños no pudieran divertirse. Ejemplo: el hecho de que nos organizase las actividades como él quería[5] no era pensando en los niños, era pensando en que, mientras los niños pequeños estuvieran ocupados en algo, él podría dedicarse a jugar con los mayores en las pistas de deporte sin interrupciones, pero ¿qué se podría esperar de alguien que empieza todas sus frases con "lo mejor es"?
Segundo ejemplo: tras la ardua tarea de montar una pista de gladiadores hinchable en la piscina[6], organizamos un torneo en el que los niños harían combates para intentar derribar al contrincante de su zona, todo muy seguro y bastante divertido, pero Su Alteza decidió por unanimidad él mismo que tenía que tomar parte en la competición y que no podíamos negarnos. Los dos nos hicimos una pregunta mental nada más ver la situación: ¿qué posibilidades tiene alguien de 10-12 años contra un tío de 50? Pues los datos demostraron que pocas, porque de los dos grupos de torneo que se hicieron él ganó todos sus combates, como era de esperar, a lo que los niños respondieron quejándose de por qué les tocaba contra él. Cuando mi compañera le dijo muy educada y disimuladamente que dejara la competición para que ganase algún niño en lugar de él, Su Alteza se enfurruñó y se largó para desentenderse de todo, como si le hubiéramos fastidiado la diversión... y él tuviera 8 años. Por otro lado, menos mal que se fue por las buenas porque yo tenía unas ganas locas de darle un par de hostias morales en el ring, así que se fue por lo que le convenía[7].
Tercer ejemplo: en la noche de la despedida del campamento, hicimos una pasarela de modelos para elegir Miss y Mister entre los chavales[8], se repartieron premios y menciones especiales, los niños y padres se repartieron bandas que habían hecho ellos el día anterior y el caso es que todos nos lo pasamos muy bien, que hasta los padres nos aplaudieron cuando nos vimos después por lo divertido que había sido. Tengo que decir que me sorprendió que saliera todo tan bien, sobre todo con los antecedentes que teníamos, pero como no todo podía ser bueno, Su Alteza estuvo intentando llamar la atención constantemente: saliendo en la pasarela porque sí, comentando todo en voz alta acerca de todo lo que ocurría, remarcando los "trofeos"[9] que él había hecho para que todo el mundo lo supiera, pero más que nada, buscando como fuera el protagonismo de todas las situaciones. Como no lo consiguió ni pudo echarnos en cara que se habían aburrido, al día siguiente se fue sin despedirse de nosotros, y desde ese momento supe que ya no tendría que preocuparme más por nada. Efectivamente, eso era Hollywood.

Epílogo final:
Probablemente Su Alteza nos ponga a parir como el hijo de comadreja que es cada vez que alguien comente algo sobre el campamento, pero el hecho de que en los cinco años que lo llevan haciendo no haya repetido ningún monitor hasta la fecha creo que quiere decir algo.
Nosotros, por la parte que nos toca, tenemos la conciencia muy tranquila por la dedicación que le hemos puesto a todo, ella por la experiencia que ya tenía y yo por las ganas de aprender de todo rápidamente, y la prueba estuvo en el último día cuando todo hubo terminado.
Este verano me encontré con dos chicas de las del campamento y tengo que decir que, para todo lo mala persona que Su Alteza decía que era yo, las chicas me saludaron bastante efusivamente.
En resumen, una experiencia más acerca de algo que he aprendido en la vida... y que espero no volver a repetir si puedo evitarlo.

*El de las colas no, obsesos.
**Y más de dos, y más de tres...
***Sus palabras exactas fueron "No, si vale 3€ no lo quiero".
[4] Siempre se ha desprestigiado a las verduleras por su supuesta forma de hablar, pues bien, tengo que, desde el fondo de mi corazón, pedirles perdón a todas y cada una de ellas por su injustificada fama: ESTA mujer SÍ que es una verdulera sin serlo.
[5] A las 9 de la mañana nos decía que la actividad de las 10 no le gustaba mucho y que LO MEJOR era cambiarla por otra que le gustase más... o le daba una pataleta.
[6] Os aseguro que yo jamás habría pensado que eso fuera un suplicio como el que tuvimos que pasar para sacarla de la furgoneta, moverla al almacén, sacarla de allí a rastras, extenderla sin que estorbase ni estuviera cerca de nada, hincharla con el motor de aire y prepararla para su uso y disfrute... pero lo peor con diferencia fue tener que quitar las puñetosas fruticas que caían constantemente de los árboles de la piscina y que pringaban todo de una sustancia pegajosa y resbaladiza.
[7] Y no exagero: los mayores se empeñaron en que querían combatir contra mí pensando que no tendría ni media torta, pero es que ninguno de ellos sabía que yo era cinturón marrón de karate y que basta con controlar la inercia del otro para que se den de cara contra la colchoneta tres veces seguidas y sin esfuerzo por mi parte.
[8] Esta actividad estuvo a punto de no hacerse porque él nos estuvo diciendo desde el primer día que los niños decían que era un rollo que y no les gustaba en absoluto, pero el caso es que cada vez que comentábamos algo de eso todos nos decían que por favor la hiciéramos porque era casi lo que más les gustaba del último día. Como siempre, un ejemplo de madurez este tío.
[9] Sobre todo feos.

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