jueves, agosto 18, 2011

Aperitivos pétreos

Pues la verdad es que no sabía que la nueva mamá de Nemo se estaba dedicando a las pastas y horneados. No obstante, hay que tener en cuenta que éstos pertenecen a su etapa de aprendizaje y no queda muy claro si son comestibles, de ahí que lo anuncie claramente en el cartel del precio. Avisados estáis.

...Y LA ODISEA (3ª PARTE)

Como la noche anterior decidimos acoplarnos al karaoke de las otras monitoras y conseguimos que todos los presentes se levantasen a cantar en grupo en vez de estar sentados aburridos, evidentemente, la borde del primer día nos dijo que podríamos participar con ellos cada vez que quisiéramos, demosntrando una vez más que por interés I love you Andrew. El caso es que este cambio de actitud no nos pilló por sorpresa a ninguno de los dos debido a que aprendimos el bello arte de la diplomacia manipuladora, es decir, que se diera cuenta de que le salvamos la noche aunque no quisiera admitirlo y nosotros no le diéramos mayor importancia al asunto. Todo comenzó el primer día, ése en el que prácticamente nos escupió a la cara y nos dijo que allí no teníamos nada que hacer. Tras haberse calmado y cambiado de actitud, nos dijo que podríamos utilizar lo que nos hiciera falta y que cualquier consulta o duda era bienvenida, y mi compañera se alegró de no tener que arrancarle el pescuezo a mordiscos* y yo pensé que poco iba surtiendo efecto nuestro plan: desde ese mismo momento y empezando precisamente ahí, cada vez que nos cruzábamos con ella o teníamos que dirigirnos a ella yo la miraba sonriendo amablemente y con una mirada que pretendía decir "te admiro por lo gran profesional que eres", aunque en realidad no lo pensase, que ya quisiera esa llegarle a los talones a mi compañera en temas de animación. Al igual que con las claras de huevo, repetir hasta punto de nieve y se consiga el resultado deseado, que en nuestro fue que, un día que necesitábamos pedirles las llaves de la sala de animación para todo el día la cosa sucedió así:

-Hola, ¿te pillo ocupada?
-¡No, por supuesto que no! Dime, dime, ¿qué necesitas? (se acerca un poco más de la distancia de seguridad recomendada).
-Verás, es que necesita... necesito la llave de la sala para organizar la actividad de la noche y...
-¡Lo que tú necesites! Tú sólo pídemelo y ya está (me pone la mano en el hombro).
-Vaya, pues muchas gracias. La verdad es que no sabía si te iba a hacer falta a ti.
-¡Aunque me hiciera falta! Ya sabiendo que la tienes tú no la utilizo y no pasa nada. ¡Sin problema!
-Bueno, pues gracias otra vez...
-¡Nada de gracias! Lo que te haga falta me lo pides, ¿eh? (me masajea un poco el homóplato).
-Er... Ya... ¿Y cuándo te la devuelvo?
-Cuando tú quieras, no hay prisa. La dejas en recepción y ya la cojo yo mañana.
-Vale, bueno, pues me voy a prepararlo todo.
-¿Necesitas ayuda?
-No, ya vamos nosotros. (En ese momento ella se dio cuenta de que mi compañera había estado ahí todo el rato).
-Ah, ya, vale, bueno, pues no os entretengo, ¿eh?

La consecuencia directa de esta conversación fue que mi compañera me dijo que desde ese momento quedaba oficialmente encargado de perdile lo que nos hiciera falta, y así ella se libraba, que lo veo lógico. El resto de monitoras no sé cómo eran porque no las traté, pero me daban la impresión de ser de ése tipo de animal mitológico que son mujeres con alas en lugar de brazos**.

La otra interacción social extraña que hubo en el campamento, si es que se puede llamar social, fue con Su Alteza, y aquí tengo que señalar que mi compañera pasó auténtico terror durante la misma... y yo no me di ni cuenta.

Todo comenzó con la organización de los juegos de la noche de Halloween***, en los que nosotros íbamos a organizar una historia para crear ambiente y así poder pegarles un par de sustos mientras iban buscando las pistas que les permitirían completar un mensaje poco a poco. La idea era esconder las pistas por todo el camping y que en cada una tuvieran la siguiente localización para saber a dónde tenían que ir y así estuvieran ocupados un buen rato, pero la organización fue un infierno en vida: de entrada, no tuvimos tiempo material para preparar las tarjetas y tuvimos que sacrificar nuestro descanso para poder hacerlo; luego, el repartir las pistas nos llevó más tiempo del que habíamos calculado y nos reunimos con los chavales una hora más tarde de lo indicado, aparte de haber tenido que recorrer todo el campamento[4] dejando los papelitos en sitios estratégicos; además, los chavales no tenían ninguna gana de cooperar e iban de cachondeo y burlándose de todo, lo que nos dificultaba la labor de crear ambiente de sustos; y por último, como entre los dos no dábamos abasto para darles las pistas a los grupos, acordamos que lo mejor era pedirle ayuda a dos de los padres para poder cubrir más distancia, cosa que fue el mayor error de todo el plan con diferencia, pero no lo sabríamos hasta dos horas después.

Las pistas estaban repartidas por todo el campamento, pero dos de cada grupo los llevaban hasta las pistas que tenían los padres en un momento determinado. El objetivo era que cada padre les pusiera una prueba para ver si conseguían la siguiente pista y así continuar, y la idea parecía simple en sí, pero siempre se suele decir que el defecto fatal de todo plan es pensar que no tiene fallos. La cosa ocurrió así: mi compañera y yo nos escondimos en la casa que era la última localización de las pistas para darles un susto en cuanto entrasen, una madre se situó en un lado esperando a que vinieran a pasar la prueba y Su Alteza tenía que estar en el extremo opuesto para que fueran a por él también; nosotros esperábamos bastante incómodamente[5] pero los niños no venían, y el problema era que no era posible saber si venían o no, así que cuando tras casi una hora de suplicio aparecieron los niños riéndose, apuntando con linternas y pasando de las pistas ambos pensamos simultáneamente que ya estaba bien de esforzarse por gente que no lo apreciaba; cuando los niños se reunieron para comparar las pistas nos dimos cuenta de que faltaban dos de cada uno, y eso era ni más ni menos que el heraldo del desastre, pero a pesar de eso fueron capaces de leer las palabras mágicas que eliminarían al demonio que habitaba en el campamento.

Pues bien, lo primero que ocurrió que me hizo renegar de cualquier actitud positiva hacia la vida fue que, cuando los niños resolvieron las pistas, una de las madres dijo sin dudarlo "¿Y qué gracia tiene eso?", pero no nos sorprendió porque fue la madre que tenía antecedentes delictivos en el campamento[6]. Cuando acabó todo y cumplimos el cupo de tiempo desperdiciado del día nos fuimos a mi casa a sentarnos un poco y descansar de todo el esfuerzo, pero nada más llegar llamó Su Alteza para ver si es que ya habíamos terminado el juego, a lo que la otra madre le respondió que sí y se cortó la llamada inmediatamente. A los diez minutos entró nuestro monarca particular hecho un basilisco y afirmando que lo habíamos dejado allí solo, que por allí no había pasado ningún grupo y que ni siquiera nos habíamos molestado en llamarlo para decirle que ya podía venir, pero como yo no le hice ningún caso y me limité a decirle que problamente se habían saltado alguna pista, él empezó a darme pescozones en la cabeza hasta que se hartó. Esto realmente no lo recuerdo, así que voy a contar lo que me dijo mi compañera: Su Alteza me dio siete u ocho golpes en plan pesetilla hasta que se quedó tranquilo mientras ella miraba horrorizada rezando para que yo no me enfadase y le partiera la cara de imbécil que tenía el tío ese. Como no hubo reacción, él se cansó y se fue de la casa y yo sólo volví a mí cuando mi compañera me dirigió la palabra otra vez para preguntarme si estaba bien, pero ya digo que ni me enteré de lo que había ocurrido porque la depresión que tenía por haber dedicado un gran esfuerzo a algo que había sido despreciado y que habían estropeado era más fuerte. No obstante, Su Alteza juró que eso no quedaría así.

Epílogo:
Resulta que otros niños del campamento habían cogido las pistas y se las habían llevado, con tan mala suerte que los nuestros habían encontrado las siguientes y habían podido continuar, pero saltándose dos de ellas, entre ellas la de Su Alteza. Como le había molestado esperar, él esperaba que yo me enfadase para así poder echarme en cara que el malo era yo, pero como yo sólo me disculpé y no reaccioné a sus tonterías, decidió poner a los padres en mi contra. La prueba estuvo en que cuando llegué a la mesa del comedor oí la sentencia "pues si no quiere hablar más pierde él", y acto seguido cortaron la conversación, cosa que es más sospechosa que cuando alguien silba sin motivo. Ahora bien, ¿cómo que el que más pierdo soy yo? ¿Tiene sentido enfadarse con la persona que está al cargo de tus niños durante el tiempo libre? Para algunos sí, según parece.

*Y yo también, que luego nos tocaría limpiarlo.
**o sea, arpías. Diría que son cosas de las películas y los libros, pero ya sabéis que esto era Hollywood.
***Sí, en julio. Es como la Oktoberfest que organizan en Almería... en marzo.
[4] Dos veces, que eran dos grupos.
[5] Yo encerrado en el ropero que medía medio metro de ancho y 1'5m de alto y mi compañera bajo la litera que estaba a 30cm del suelo. Y además del calor, claro.
[6] Intentó robarnos una bolsa de globos para su hijo pero la descubrimos por casualidad, intentó coger uno de los helados caros no autorizados en el menú para su hijo durante la hora de la comida pero la descubrieron por casualidad, e intentó justificarlo todo con lo de estar embarazada cuando le convenía... pero no coló ni por casualidad.

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