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Es como aquella serie del supuesto cantante Marilin Manson y su amigo más famosillo:
AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS
Es que cómo cambian las cosas en la vida, eh. Me acuerdo de cuando mi mayor preocupación era ni más ni menos que encontrar el Plastidecor de color carne que se me había perdido. Siempre que me mandaban dibujar personas me desaparecía ese color, será que los duendes de mi cuarto tenían un sentido del humor puñetero o que yo era más tonto que un almendro y siempre se lo dejaba a la niña que me gustaba de la clase. Si la vida fuera justa, todos tendríamos una caja de colores para pintar cuando la profesora nos lo mandase, jajaja.
El caso es que algunos aún somos niños por dentro, con nuestras tonterías y juegos aunque seamos adultos y responsables, pero sobretodo lo somos porque aún pensamos bien de la gente, incluso de los que nos han hecho daño o sabemos que nos lo harán.
Yo creo que es una capacidad maravillosa el hecho de seguir teniendo fé en la humanidad tras todo lo que se ve a diario, y no me refiero a las noticias, que también son un rato estresantes.
Pero claro, el hecho de seguir siendo incosciente no es el mérito, sino el hecho de que aún cuando sabemos que todo está como está seguimos pensando que aún hay algo que merece la pena salvar.
Bueno, vaya discurso moralista-nostálgico que me acabo de echar, jejeje. No era mi intención, pero es que esta foto me recuerda a cuando yo vivía en Zaragoza y de lo que me podría haber cambiado la vida de haberme quedado allí. No es que hubiera sido mejor, es que como habría sido diferente pues me pica la curiosidad. De todas formas, Zaragoza (la única ciudad de España que tiene cuatro sílabas acentudadas) me gusta como ciudad, y también me gusta Almería, que es donde vivo. ¿Veis? No sé si lo de conformarse con cualquier cosa es de niños o de adultos, pero me gusta como característica. Total, así uno vive feliz allá donde vaya.