Sí, triste pero cierto: Ya no puedo raparme al uno sin que se me noten los años. Lo mío ya no son entradas, son autopistas, y me temo que como buen hijo de mi padre que soy me quedaré calvo como Constantino Romero. Lo bueno es que puedo acabar anunciando latas de atún y sacarme un dinerillo mientras me hago doctor en filología inglesa, pero es algo inexorable, por lo visto.
VOLVER, O NO
¡Qué fuerrrte, Carlos Jesús! Nunca había tenido esta visión de mi cogote (evidentemente) y me he quedado como de piedra pero sin el como. El problema era que yo pensaba que tenía asumido lo de quedarme calvo pero resulta que no. Ahora ya no podré salir a la calle sin gorra, no sea que se me despelleje la cabeza, jajaja. Menos mal que no me la jugó mi colega y me hizo una cresta mohawk o algo así, porque ello hubiera repercutido directamente sobre su cabellera, claro.
De todas formas, aunque parezca que he salido de un campo de concentración tras el rapado, no desentono mucho (sobretodo teniendo en cuenta que estoy en una resi militar) pero lo que no me gusta es que parezco muuucho más mayor por culpa de la barba. Llevo toda la vida pareciendo un niño y ahora envejezco diez años de golpe, si es que no hay derecho. Voy a ser el más joven de la residencia de ancianos y el más viejo de la resi militar, jajaja.
En fin, lo importante es no acomplejarse, que luego nos estresamos y nos ponemos nerviosos, sudamos, el pelo se engrasa y se nos cae... que es básicamente lo que me está pasando ya, pero de forma genética. Es lo que tiene la familia Rodríguez.
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