domingo, octubre 17, 2010
Alejandro & Emilia
Este pasado sábado 9 de Octubre mis amigos Alejandro y Emilia decidieron reafirmar su ya declarada relación en pareja tras once años siendo lo que ahora son oficialmente: marido y mujer.
CUATRO BODAS...
La jornada comenzó con un viaje en coche desde Almería a Málaga, un vuelo desde Málaga a Tenerife, un bus desde el norte de Tenerife hasta el sur de la isla, un ferry desde ahí hasta La Gomera y un miniviaje en coche desde el puerto hasta casa de los futuros desposados... pero mereció la pena. Ha sido la primera boda a la que me han invitado oficialmente y no como añadido familiar o conyugal (imposible esta última, por cierto).
A pesar de las prisas del día siguiente arreglando al novio, buscando a Mari para que nos hiciera el nudo de la corbata, averiguando de qué lado iban los gemelos del traje, entregando unos zapatos y maquillaje a la novia mientras evitábamos que los novios se vieran antes de la ceremonia (estaban en casas aparte, pero los olvidos existen), grabando el cd de la música por triplicado no fuera que no funcionase alguno (aunque luego no los usamos), intentando buscar aparcamiento antes de que la novia llegase en su coche para poder echarle una foto nada más bajar, reuniendo a los invitados para que entrásemos todos juntos al ayuntamiento y, por fin, reuniendo a los novios para que asistieran a su boda. Era como uno de esos equilibrios precarios que dan una completa y absoluta impresión de seguridad y consolidación pero que cualquier cambio por mínimo que sea lo echa todo a perder, y no lo digo por los novios, que bastante llevaban ya los pobres sin haber empezado todavía.
La ceremonia fue la mejor que había visto hasta la época: se hizo un pequeño discurso de presentación, los novios leyeron sus votos, intercambiaron sus alianzas y, por supuesto, se dieron el beso que todo el mundo esperaba con los aplausos de sus familiares y amigos. Hubo muchos momentos en los que me sentí realmente feliz por ellos y creo que esa fue una de las razones por las que me encantó la ceremonia, pero la otra razón indiscutible que todo el mundo compartió conmigo fue que duró lo justo y necesario, nada que ver con esas otras bodas en las que a pleno calor de verano te obligan a estar dos horas y media dentro de un edificio con una idea de aire acondicionado definida por la oración "pidamos al Señor que este sacrificio sea agradable". En agradecimiento, el propio ayuntamiento les regaló un detalle conmemorativo de ese día y luego se procedió a la avalancha de fotos, cosa que parecía que iba a ser corta pero que resultó durar más tiempo que la ceremonia en sí. No obstante, como se puede ver en la foto, los novios lo valían.
En el intervalo de tiempo entre la ceremonia y el convite se dirigieron a un parque cercano para hacerse el reportaje de boda, supervisado por Mari y por mí, por supuesto, que así no tendríamos que hacerles posar otra vez para tener fotos de los novios durante la boda. Tras varios cientos de carretes digitales después, algunos extrañamente favorecidos por el sol y otros no tan favorecidos por el viento y el flequillo de la novia, acompañamos a los recién casados a su banquete de bodas, donde los invitados disfrutaron de una comida de diseño que algunos aseguran, y no me quiero señalar, que podrían haber estado comiendo una o dos horas más dada la tremenda calidad de la misma. Después se abrió la barra libre, que abrió la veda de los "¡Que se besen!", "¡Que vivan los novios!" y de anécdotas vividas con cualquiera de los dos anfitriones, recordando los buenos momentos como debe ser.
En conjunto, estoy muy contento de haber tomado parte en la ceremonia de su matrimonio pero más contento estoy de que ellos mismos quisieran que tomara parte.
Alex y Emilia, os deseo lo mejor, ya lo sabéis.
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