miércoles, septiembre 23, 2009

Mima Z


¿Por qué estar como una rosa no es lo mismo que estar como una flor? ¿Acaso las rosas no son flores? Entonces, si te dan una somanta de collejas en el cuello y se te pone rosa, ¿estás como una rosa o como una flor? Éstas son las cosas que se me ocurrieron cuando vi esta flor, que no es una rosa, al volver de...

TURGENCIAS

Mi médico especialista, el gran chamán Cleorge Goonie, me mandó tres pruebas de fé y qué mejor sitio que ese para realizarlas, así que recientemente he descubierto que los hospitales tienen muchas cosas en común con un local de sado-maso:

Ya para empezar ambos son sitios en los que siempre pasas más tiempo del que tenías pensado en un principio (no sabes cómo se pierde la noción del tiempo al oír las palabras "enseguida te llaman"), de regalo en ambos sitios verás chicas vestidas con traje de enfermera que te hablan muy amablemente, y ya para rematar en los dos siempre se te acercará una mujer con cara de Sargento de Hierro que te dirá "pasa ahí dentro y desnúdate" ("...pero ¿me respetarás?"), la única diferencia es que una sabe que te va a hacer daño con tu consentimiento y la otra también, pero lleva un látigo y un traje de cuero.

Luego está el tema de ver cuántos suplicios eres capaz de soportar hasta que no tienes más remedio que preguntar lo mismo que preguntan los niños pequeños cuando van en coche: "¿falta mucho?". Por supuesto, la doctora podrá soltarte perlas de comprensión del estilo a "¡Joer, qué quejica!" cuando te oiga quejarte, sin embargo, yo siempre he pensado que catorce pichazos en cada brazo y tres en la nuca son motivo justificado para decir "ay". El caso es que si la sesión se vuelve demasiado dura puede llegar a interrumpirse pero ahí sí que ambos sitios son iguales: o completan el trabajo o no cobran. Lo bueno es que siempre puedes sugerirle que haga su trabajo igual que Hacienda, o sea, que siga desangrándote digas lo que digas, el problema es que en el hospital no hay palabra clave para que te dejen de torturar.

Ya para acabar me metieron en una discoteca superpequeña que tenían allí en forma de tubo. No tenía un aforo muy grande (una persona y da gracias), pero la ventilación era excelente y la música era muy moderna (algo entre "puncha-puncha" y "wii-woo" constante). Lo malo es que eran superestrictos con la etiqueta, ¡fíjate que me tuve que poner una bata verde que me dieron porque no podía entrar con lo que llevaba puesto! Te dejaban tumbarte para relajarte mientras oías la música y me dieron el mando por si me cansaba y quería salir pero no me hizo falta. Eso sí, lo que más me gustó fue el nombre: "Resonancia" (eso explica por qué me pitaban los oídos al salir).

En resumen: En ambos sitios tu presencia es voluntaria, te gastas una cantidad impensable de dinero, siempre te pasas más tiempo del que tenías pensado en un principio, una mujer te ordena que te desnudes, te insulta para incentivarte, te hace maldades con tu consentimiento y te dejan tumbarte un rato cuando has terminado hasta que una chica te dice que ya has terminado y que puedes irte en cuanto te vistas. La pregunta es: si son tan parecidos, ¿por qué a la gente no le da vergüenza decir que cada vez que lo necesita va al médico?

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