lunes, octubre 27, 2008
¡Alerta bioquímica!
Sólo media hora de espera para que en la seguridad social te den cita dentro del mismo día: Impresionante.
Llegar a la consulta a tu hora y entrar justo cuando te toca: Increíble.
Salir de la consulta hacia la farmacia con la sensación de un trato personalizado: Impagable.
Que te receten tres medicamentos y uno de los tres (al azar) te produzca una reacción alérgica de urticaria y vayas disfrazado de seta del Mario Bros todo el fin de semana: No tiene precio.
EL CAÑÓN DE PACHELBEL
Esto es un hombre que entra en una casa de putas y nada más entrar le dice la madame "A ver, ¿qué coño quieres?".
Me apetecía empezar con un chiste (por malo que fuera) porque este post está dedicado a la música, como su propio título indica, concretamente a un día de música que tuvimos Alejandro y yo en la universidad, en el empezamos dedicándoselo al componente de la tuna que menos canta pero más cante da: el atún... Y esto que parece un chiste más malo que poner cicuta en un cubata (toma otro) en realidad fue el comienzo de ese día, porque nada más entrar vimos a un tuno comiéndose una tostada de atún. Tal choque de información absurda nos hizo pensar que estábamos a punto de ver algo realmente impresionante... o que deberíamos haber ido a un especialista.
Habiendo pedido nuestro desayuno, el atuntuno se largó corriendo como si hubiera visto un puesto de funcionario en la entrada de la cafetería y lo siguieron un par de compañeros más cuando salió a la calle. De repente, el vaso de zumo de naranja recién exprimida hace dos días comenzó a emitir ondas concentraícas (como la lejía) igual que en Geriatric Park, esa peli en la que reúnen a todos los viejos en una isla y luego se descontrolan por un fallo de seguridad (social) y se dedican pellizcar a todo el mundo de las mejillas a la voz de "bonico". Algo hacía vibrar el suelo, las mesas y mis caderas, que comenzaron a moverse solas, siguiendo aquel ritmo caribeño que traían por el pasillo unos chicos que tocaban los tambores como si les fuera la nómina en ello (y probablemente era así), pasaron por toda la cafetería y se fueron siguiendo el mismo camino que tomaron en su momento los tunos (el rastro aún estaba fresco). Si no fuera porque estaba en plena Dancing Fever (interiormente) se me habría puesto el cutis de ave.
El tercer suceso musical ocurrió cuando Alejandro me llevó a la copistería (ese sitio donde además de poner cubatas te hacen fotocopias) y descubrimos dos verdades universales que nunca debieron sernos reveladas: TODA la gente que no estaba en clase esa mañana estaba metida en ESA copistería, es más, había gente que hasta estaba dos veces (para eso están las aulas de desdoble). ¿Que qué tiene que ver esto con la música? Pues básicamente, entre que todos estaban ahí a modo de "Resistiré" pero en plan Barón Rojo, eso parecía la entrada de un concierto de David Bisbal (por lo del montón de crías gritando, más que nada). La otra verdad universal fue que los Beattles en realidad eran cinco y no cuatro, y encima de que el quinto era español la culpa de que se dedicara al cine la tiene Tim Burton cuando le hizo la peli Beettle Chús, que pese a la falta de ortografía se sabía que era él (sería por el copyright). Mira que ocultarnos a Jesús todo este tiempo... digno del código DaVinci.
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