Pues está bonita de ver, sobre todo porque está en Irlanda y me recuerda a mi época por allí. Teniendo en cuenta que hay que tallar la piedra para que tenga esa forma, reconducir el agua para que salga por la apertura, hacer que la hiedra crezca como a ti te conviene y luego mantenerla bien para que dé ese efecto de uniformidad, me parece una de esas obras que requieren paciencia. La verdad es que es sorprendente lo que se puede conseguir si se le da el trato adecuado, por eso el post de hoy.
LA FUENTE
Érase una vez una fuente mágica que tenía la capacidad de hacer feliz a la gente que bebía de ella. La fuente estaba viva y tenía consciencia, por lo que funcionaba sin que nada ni nadie la mantuviera, pero tenía una peculiaridad: siempre tenía la misma cantidad de agua, así que si alguien bebía de ella para sentirse mejor la fuente perdía esa misma cantidad de agua. La gente del pueblo vecino lo sabía y por eso siempre reponían responsablemente el agua que consumían a la vez que enseñaban a sus hijos esa costumbre aún cuando no les explicaban la razón, simplemente les decían que era lo correcto y que debían hacerlo. La fuente estaba muy contenta con ellos y fluía cuantiosamente.
Pasó el tiempo y los niños, que habían crecido en esa creencia, se hicieron adultos, ahora les tocaba a ellos mantener viva la fuente. Al igual que sus padres, ellos acudían a beber de la fuente cada vez que se sentían mal y la fuente siempre les aliviaba de sus males. No obstante, éstos carecían del sentido de obligación que tenían sus padres puesto que no les habían explicado la importancia de recargar el agua de la fuente, así que muchas veces se les olvidaba y algunos incluso dejaron de hacerlo directamente porque no le veían ningún sentido. La fuente seguía funcionando independientemente de que ellos le devolvieran el favor, así que ya se encargaría otro de echarle el agua que faltaba. El agua de la fuente disminuyó bastante, pero ésta pensó que tarde o temprano se darían cuenta de lo que debían hacer así que utilizó todo su poder mágico en mantener el nivel de agua como si nada hubiera pasado. La fuente intentaba ser feliz pensando en que la gratitud terminaría venciendo.
Pasó más tiempo aún y la siguiente generación era la encargada de la fuente. Ellos habían visto por sus padres que la fuente te hacía sentir mejor cuando bebías de ella, pero como sus padres no se habían preocupado de mantenerla ellos ni siquiera consideraban que hubiera que hacer algo a cambio de beber su agua. Es por eso que bebían el agua mágica cada vez que querían, la mayoría de las veces por causas completamente nimias, sin hacer nada a cambio mientras que la fuente hacía todo lo posible por mantenerse. Llegó el momento en quje su poder mágico se agotó y dejó de producir agua, sólo podía esperar a que alguien tuviera la consideración de echarle un poco de agua en algún momento para así poder seguir manando agua mágica... pero eso nunca ocurrió. Los habitantes del pueblo se quejaban constantemente de que la fuente se había secado y la maldecían y culpaban por no librarlos de sus problemas cada vez que ellos querían. La fuente se secó para siempre y nunca más pudo hacer feliz a la gente, a pesar de que era lo que más le gustaba, porque ya no era feliz y le resultaba imposible transmitir ese sentimiento.
Moraleja:
Si alguien hace algo por buena voluntad y tú te beneficias de ello, asegúrate de que se lo agradeces debidamente, porque abusar de la amabilidad de alguien sólo hace que ésta se agote para siempre.
2 comentarios:
pues está clarito no?
Bueno, a lo mejor peco de suponer lo que no es, pero a mí sí que me gusta agradecer todo cuando mis amigos me hacen algún favor, ya sea invitarme a pasar unos días en su casa o simplemente darme conversación durante un café. ;)
Por eso gracias.
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