lunes, enero 05, 2009
Animal Christmassing
Es la magia de la Navidad, que convierte la alegría en jolgorio, los saludos en calurosas bienvenidas y los pulpos en pulpos. Por eso y sin razón aparente alguna voy a hacer de cadena televisiva nacional y escribo lo primero que se me ha ocurrido en plan programación de estas fiestas:
EL GREENCH SALVA LA NAVIDAD
Eran los primeros días de año nuevo y la gente era feliz y se divertía, la alegría navideña los había embriagado y su buen humor y regalos compartían.
Hacía poco que habían llegado la rebajas y el mundo entero se había preparado para llevarse los artículos por cajas y comprar todo lo que aún no había comprado.
"Cariño, hay que comprarle un regalo al pequeño Timmy y convencer a tu padre de que se disfrace de rey mago". "Me parece muy bien, querida, pero al niño le han quedado siete y mi padre es demasiado vago".
"Bueno, amor, pero sabes que puedes convencerlo con cualquier cosa que hagas". "Vale, hablaré con él, pero a cambio cuando lleguemos a casa me vas a echar un pXXXXzo que te cagas".
Y de esa manera, desde que salía el sol hasta que se ocultaba la luna, la gente era feliz sin motivo ni razón alguna.
Sin embargo, no todo el mundo disfrutaba del cariño y el amor de los suyos. "¿¡Qué narices es todo ese barullo!?"
El malvado Greench, desde su fortaleza de hielo en el desierto de Tabernas, oía perfectamente cada risa y sonido retumbando en sus cavernas.
Era un ser malo y resentido y se llamaba diferente del original para que no hubiera infracción del copyright y no me pusieran una demanda judicial.
"¡No me gusta la Navidad, me parece una pérdida de tiempo! ¡La alegría y el amor son cosas que se las lleva el viento!".
Constantemente clamaba y exclamaba enfadadísimo, aunque cualquiera que haya estado en Almería en otoño sabe que no exageraba lo más mínimo.
Por lo tanto, el Greench utilizó todo su ingenio para urdir un plan infalible, a ser posible, algo que incluyera colorines, luces brillantes y un dirigible".
"¡No permitiré que todo el mundo sea feliz mientras yo estoy tan triste! ¡Cambiaré todos los regalos por calcetines de Ágata Christie!".
Sin embargo, aunque no le importaba nada, él quería decir Ágata Ruíz de la Prada.
Y así ocurriría: Robaría por la noche todos los cargamentos de horrendos calcetines coloreados para sustituír emepetreses, videojuegos y golosinas por todo lo que él había robado.
Comenzó su plan haciéndose con la ropa tan terriblemente coloreada sabiendo que él era inmune llevando sus gafas de sol antimalgusto patentadas.
Después, sustituiría todos los regalos de todas las casas y saldría volando en su dirigible, pero mientras reía saboreando la victoria ocurrió algo que parecía increíble.
Sus oídos eran precisos como los de una secretaria malintencionada y agudos como la mala leche del Parada, por lo que siempre escuchaba todas las conversaciones para poder sentirse ofendido fueras cuales fueran las situaciones.
"Papá, ¿por qué en nuestra calle no hay luces de Navidad?". "Pequeña, porque este año estamos en crisis y hay que ahorrar electricidad".
"Pero si no hay luces de colores no pasará por aquí la cabalgata". "Bueno, pues tendremos que bajar hasta el paseo a pata".
Y la niña se puso a llorar de una manera tan estridente que el Greench se enfadó y dió la vuelta al dirigible inmediatamente.
"Si una niña está llorando por mi travesura no me lo quiero perder, total, hasta el año que viene no lo volveré a hacer".
Pensó malévolamente mientras volaba hacia la Puerta Purchena, comprobando que en el Paseo sí había luz y electricidad de la buena.
Tanto lo comprobó, que se quedó atrapado en uno de los adornos de Navidad hecho de croché. "¡Me he distraído mientras conducía! ¿¡Me he vuelto imbécil o qué!?"
Viendo que el adorno había atrapado bien su dirigible, se vió obligado a soltar lo imprescindible.
"¡A la porra los calcetines, ya lo volveré a intentar más tarde! ¡Las luces están calentando el dirigible y el globo está que arde!".
Y sobre la calle Pablo Iglesias, la de los antiguos cines Imperiales, cayeron montones de calcetines de colores muy especiales.
Muchos cayeron en la acera y fueron vendidos en los chinos, pero unos pocos cayeron de pie sobre las farolas ajustándose con mucho atino.
Y es por eso que, justo antes de la cabalgata, la gente que pasa por esa calle ya es feliz, aunque esté decorada con luces en la temática de un famoso barrio de Madrid.
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