[Escalofrío] ...Cualquiera que haya visto "Poltergeist" o "Dolls", como es mi caso, tendría auténtico pánico de vivir con esta estantería en el dormitorio de sus padres. Ahora ya sabéis mi secreto: No engordo porque vivo en pánico permanente.
COSAS DE CASA
Bueno, como han sido varias cosas seguidas a la vez mejor que lo explique de una en una para que no os indigestéis:
La lavadora me odia: Da igual el programa que ponga, siempre tarda como veinte minutos en arrancarse y empezar el lavado cada vez que la pongo yo, sin embrago, cuando mi hermano la pone (sí, habéis leído bien) se enciende enseguida y no tiene que pasar una eternidad pensando que va a explotar. Está claro que las hembras que no quieren nada conmigo no me tratan bien.
La secadora me odia: Esta relación es fácilmente comprensible dado que yo no la utilizo nunca y, por lo tanto, no me hace caso cuando digo de ponerla por falta de tiempo. No le hablo y ella no me habla, fin (aleta en inglés).
La plancha me odia: Bueno, esto sí que es ya la risa de relación. Para dos leches que tengo que planchar me quemo tres mil veces y la mitad de ellas con el agua que la misma plancha echa. Plancha, yo no te gusto a ti y tú no me gustas a mí pero me vas a hacer caso quieras o no (quemarme vivo).
El fregadero me odia: Hasta las partes de la casa que no son electrodomésticos merecen ser acusadas de maltrato doméstico. El fregadero tiene la manía de no acertar con el caudal exacto de agua que quiero para fregar los platos y siempre me paso la vida hasta que consigo hacerle ceder (a fuerza de retorcerle el brazo de un lado para otro, claro). Es que si le dejo elegir a él acaba toda la cocina que parece la zona de los grandes lagos y entonces nos lleva a mi siguiente relación doméstica...
La fregona me odia: Evidentemente, como serán familia o algo, se pondrán de acuerdo porque ya es malísima suerte que el mocho que estaba más seco que la mojama después de haberse comido un bacalao, de repente, se empape como una magdalena del Lídel y no coja más agua. Eso sí, ya la sometí a torturas chinas adecuadas (como aplastarle la cabeza contra el escurridor) varias veces hasta que conseguí que cumpliera su cometido. Lo de secarse el suelo a las ocho de la tarde es ya otro cantar.
La cordura me odia: No sé por qué me empeño en darles vida y personalidad a los elementos inertes e inanimados de la casa. La compra no viene bailando a tu casa (pero tú sí que puedes bailar mientras la haces), los armarios no te organizan la ropa ellos solos (sólo sacan gente) y la taza del retrete no va a ponerse a cantar para que la limpies, pero se puede hacer todo lo anterior mientras cantas... omg, tengo disneyitis.
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